En la apuesta por el desarrollo humano y luego de varios años de cooperación Norte – Sur, surgió la preocupación y cuestionamiento cada vez mas sistemático respecto al impacto de esa cooperación en la mejora real de la calidad vida de sus beneficiarias/os. Se plantearon temas como la lucha contra la pobreza, el desarrollo sostenible, el desarrollo con rostro humano, etc., apuntando la mayoría a una visión mas integral de las personas y procesos que se promueven. Todos estos, enfoques que no terminan de cuajarse en las políticas de la cooperación.
Es así que, en el marco de esta cooperación se observaron cambios significativos (fundamentalmente positivos a nuestro entender) en el vínculo norte – sur. Surge la necesidad de establecer “indicadores” que den cuenta de los resultados de las propuestas que se apoyan, en tiempos específicos y se ha dado una mayor especialización en las agencias y definición de líneas específicas de apoyo, acordes a sus propios enfoques de desarrollo y otras evaluaciones.
Esta preocupación está relacionada con la creciente pobreza en el mundo; el aumento de la brecha entre pobres y ricos y la agudización de muchas problemáticas sociales. Los recursos escasos y mal distribuidos, que a su vez pusieron en las agendas el tema de la equidad.
Constatamos que una consecuencia de todo lo mencionado es la mayor cantidad de apoyo destinado a programas de alivio a la pobreza: mejora de infraestructura básica (construcción de letrinas, saneamiento, …), servicios sociales básicos, etc. Ahora bien, todas estas propuestas son necesarias, pero consideramos que tendrán impacto sólo en la medida que se promueva el desarrollo integral desde enfoques mas humanos que trasciendan los enfoques economicistas para fortalecer las capacidades y los derechos buscando el empoderamiento de los sujetos tanto individual como socialmente.
Es en este contexto, que cuando cedapp presenta sus propuestas diversas de promoción de la salud mental para niñas, niños, adolescentes y adultos, normalmente éstas no reciben cuestionamiento alguno sino la respuesta “¡qué interesante!, pero esto no concuerda con nuestras líneas de trabajo, ya que hemos optado por apoyar propuestas destinadas a cubrir necesidades básicas”.
Aquí cabría preguntarse si el desarrollo de capacidades y habilidades que garantizan propuestas, ejercicio y vigilancia de derechos son necesidades de segundo nivel. O, si solucionando únicamente las necesidades de alimentación, vivienda, saneamiento, etc. vendrá por consecuencia una buena calidad de vida y ésta será sostenible.
Ahora bien, ¿qué relaciones podemos establecer por ejemplo, entre ejercicio de derechos, vigilancia ciudadana y salud mental?. Que en una sociedad se promueva la cultura de “la viveza” como un valor y la honestidad como un defecto ¿no es promover rasgos psicopáticos colectivos?. ¿Una sociedad con ciudadanas y ciudadanos saludables emocionalmente carecería de líderes adecuados y suficientes como la nuestra?, ¿tendría tantas dificultades para tomar decisiones o incorporar sus necesidades en las plataformas programáticas de quienes nos piden sus votos?. ¿Habrá alguna relación entre alta autoestima y defensa de derechos? ¿entre baja autoestima y violencia, pandillaje, delincuencia y ausencia de clase política?.
Compartiendo las mismas preocupaciones y urgencias de aportar al desarrollo y luchar contra la pobreza en nuestro país, cedapp dedicará este espacio para exponer las propuestas que promueve y reflexionar sobre el aporte de éstas a aquellos fines.
María Emilia Filomeno Chávez