diciembre 10, 2006
En el año 1950, la Asamblea General de las Naciones Unidas invitó a todos los Estados y organizaciones interesadas a celebrar cada 10 de diciembre, el DÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS. Ese día se conmemora la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948, por la Asamblea General.
Queremos resaltar uno en especial, el artículo 3 que declara el derecho universal a la vida. Desde un marco de trabajo en salud mental, CEDAPP rescata las propuestas que plantean una ecología de las relaciones humanas. Es decir, así como un medio ambiente físico es fundamental para nuestra vida, lo es también un entorno que garantice la calidad de los vínculos entre las personas.
En ese sentido, hablamos, por ejemplo, de una crianza de niños y niñas caracterizada por el respeto de sus derechos, por su reconocimiento como sujetos con capacidad de opinión y propuesta, de límites adecuados que ayuden a estructurar su personalidad y conciencia moral. Al decir de D. Winnicott, un entorno “suficientemente bueno” que combine la libertad y autonomía con la frustración necesaria para incorporar el sentido de realidad y las normas.
¿Qué pasa cuando ese entorno falla y genera vivencias de muerte psíquica dejando vacíos y aspectos desintegrados dentro de la mente de las personas? ¿Cómo entonces esa falla social se constituye en una “forma de violencia” que irrumpe en la persona y trastoca su desarrollo saludable?
Pretendemos una sociedad de ciudadanas y ciudadanos responsables, solidarios, justos…pero no sentamos las bases, los cimientos sólidos, en una apuesta por la infancia y la adolescencia. Si bien el proceso de construcción de los sujetos humanos es permanente a lo largo de todo el ciclo de vida y siempre es posible trabajar por el cambio de las y los adultos, sabemos también que en los primeros años de vida se construyen las bases fundamentales de la personalidad y, por tanto, de la salud de las patologías.
Al respecto, resaltamos otra idea de Winnicott, que coincide con muchas personas preocupadas por establecer puentes entre el desarrollo personal y social. Él dice
“…las personas no pueden superar, en cuanto a la construcción de una sociedad, lo que pueden alcanzar en su propio desarrollo personal… (…) El factor democrático innato de una comunidad, deriva de la función que cumple un buen hogar corriente…”.
La democracia tendría que ser entendida también, entre otras cosas, como un tejido social que dé soporte integral a sus ciudadanos y ciudadanas; un tejido social que, en concreto y a la vez, supone relaciones humanas organizadas y pensantes, supone individuos de “carne, hueso… y mente”, suficientemente integrados y capaces de sostener a otros, de generar vida y responsabilizarse por ella.
En este contexto, no queremos dejar de mencionar la propuesta que el gobierno ha hecho de sancionar con la pena de muerte a los abusadores sexuales de niños y niñas… una apuesta por la muerte. Revisando varios artículos y pronunciamientos publicados últimamente, queremos subrayar algunas reflexiones fundamentales.
Los argumentos dados desde la filosofía y el derecho son importantes y por ello los invitamos a revisar varios de los artículos que próximamente colgaremos en nuestra página web, en la sección de Reflexiones CEDAPP. Queremos ahora abordar los aspectos más vinculados al ámbito de la salud mental.
Que la pena de muerte no tiene efecto disuasivo ha sido mencionado en varios de los artículos, especialmente en el de Ernesto de la Jara (1) , que se refiere a un estudio de casos llevado a cabo por dos conocidas profesionales de la salud mental quienes confirman la misma afirmación. Además advierten sobre el posible impacto que podría tener esta medida porque “crea conductas identificatorias muy peligrosas para la sociedad”; es decir, ofrecen una acción violenta como modelo de solución. También el Instituto de Derechos Humanos de Lima – IDH (2), resalta el daño psicológico que podría tener en la niñez y adolescencia, que los adultos discutan sobre “el derecho de matar”.
El pronunciamiento de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis – SPP (3), explica cómo el abuso sexual genera reacciones y emociones intensas que buscan “destruir a quien origina el mal, pensando que así vamos a estar fuera de peligro”. Sin embargo esto no ocurre así y añaden que es importante encontrar soluciones integrales que incluyan la protección y las condiciones para un adecuado desarrollo. También el Grupo de Iniciativa Nacional Por Los Derechos del Niño – GIN (4) propone soluciones integrales que incluyan la prevención.
Para terminar, volvemos nuevamente a Winnicott para preguntarnos sobre la responsabilidad de la propia sociedad en estas situaciones tan graves. Lo menciona también la SPP cuando considera que “la sociedad debe hacerse cargo de sus miembros y no eliminarlos… (…) adoptar todas las medidas que se consideren necesarias para prevenir la repetición del delito sin tener que apelar a la muerte”. Cabe recordar que
El concepto psicoanalítico de compulsión de repetición se refiere al retorno de los contenidos reprimidos cuando éstos no se han resuelto adecuadamente, pudiendo llevarnos a actuar sin pensar ni entender. No vaya a ser que la pena de muerte sea una forma de no mirar, de no entender y de reprimir problemas de la vida nacional que más tarde regresen con más fuerza a través de la violencia sexual o de otras formas de violencia o caos social.
María Julia Oyague Baertl
Asesora Temática
CEDAPP