Hemos tomado la decisión de interrumpir nuestras reflexiones usuales, pues tenemos el deber de opinar respecto a los sucesos ocurridos recientemente y que tienen que ver con aspectos de la salud mental de las familias y de la sociedad en general.
Queremos referirnos a la dramática situación del asesinato de una jovencita de 16 años de parte de un amigo de su hermano. Este caso, que como dijo la presidenta de nuestra institución, ocupará en nuestra sociedad el lugar que ocupó y sigue ocupando lo sucedido en Tarata, merece muchas reflexiones que por las características de este documento no podremos abordar en su totalidad, salvo que consideremos hacerlo en varios números. Tocaremos en esta oportunidad algunos aspectos que según nuestras impresiones es necesario abordar con cierta urgencia.
Es importante el número de personas conmovidas, sobre todo madres y padres de adolescentes, que ahora se preguntan sobre el riesgo de sus hijas e hijos de poder tener uno u otro rol en hechos tan dramáticos como el de la referencia, que esperamos nunca se repita.
Antes de continuar es necesario aclarar que CEDAPP no tiene ninguna postura frente a las y los implicados. Considera, como otras personas e instituciones que se trata de un evento muy doloroso, fundamentalmente para los involucrados. Que hay que intentar ser empáticos con su dolor y para juzgar tener en cuenta que no se llegará a nada bueno buscando chivos espiatorios, ni revanchas. Incluso de llegarse a definir alguna sanción, ésta debe ser vista como la asunción de un deber de la sociedad de poner límites y también que éstos tienen como objetivo fundamental la rehabilitación del o la sancionado/a. El Dr. Hayez [1], al dirigirse a las y los operadores de los diferentes procedimientos en casos de abuso sexual los invoca a ver a los abusadores como “hermanos en miseria”. Esto permitirá mantener la firmeza en lo que haya que hacer pero también permitirá mirar a la persona sancionada como una probable víctima (situación que posiblemente confirmemos indagando en su historia) y por lo tanto, buscar su rehabilitación para que pueda vivir mas humanamente, así pase el resto de sus días en prisión.
Bien, proponemos entonces para la reflexión las siguientes ideas:
- En el campo de la salud mental observamos que generalmente las diversas dificultades de las personas suelen presentar algunos indicadores previos al desencadenamiento de los cuadros ya patológicos. Gracias a esto se puede desarrollar estrategias de prevención. Nos preguntamos ¿existen políticas de salud mental en nuestra sociedad, en sus instituciones como colegios, universidades, parroquias, que brinden apoyo para la detección temprana de indicadores de problemas en salud mental? ¿existe conciencia de que tienen el deber de contar con estas políticas?.
- Para la ley las personas mayores de 18 años somos responsables de nuestros actos. En nuestro terreno, podríamos establecer diferencias entre una persona de 40 años y una de 19. Mas aún cuando como vemos, en la clase media –como es el caso al que nos referimos- y alta de nuestra sociedad, generalmente a esa edad las personas son dependientes de sus padres y madres por lo menos económicamente. Esto no sólo crea otras dependencias sino que permite a los progenitores tomarse la licencia de indagar con sus hijas e hijos los caminos que van eligiendo y por lo menos emitir opinión [2], sino, como podría suceder ante indicadores de preocupación, presionarlos por realizar tratamientos.
- Entonces, si bien a los 25 años y más no podemos echar la culpa a quienes nos criaron de nuestras dificultades sin preguntarnos por qué no hacemos algo para remediarlas, a los 19 todavía somos en gran porcentaje producto de la crianza que nos dieron.
- No podemos pues dejar de preguntarnos ¿qué pasó con los detectores de las personas cercanas al muchacho? ¿tenían suficiente y buena comunicación con él? ¿lo observaban lo suficiente?.
- Queremos relacionar lo mencionado hasta aquí con otros indicadores. El hecho de que mas allá de los resultados del proceso, la trabajadora del hogar -que también resultó gravemente herida a manos del muchacho- no esté recibiendo apoyo alguno de parte de la familia de éste. No sabemos qué dice la ley al respecto. Debería haber considerado el apoyo a esta persona mas allá del veredicto final, en la medida que lo que si está claro es que el muchacho lo hizo. No puede suceder que una cosa así pase y el estado no tenga respuesta, al extremo que la vida y mejoría de esta persona estén libradas a la caridad.
- Es de entender que la familia del muchacho esté afrontando una crisis muy grande. Pero son las adversidades las que ponen a prueba nuestros principios, valores o ejes que dan sentido a nuestra vida. Mas allá de lo que diga la ley, muchas familias no podrían estar tranquilas sin reparar las consecuencias de lo causado por un hijo suyo. Súmese que en un acto de amor por el hijo mismo deberían apoyar, ya que es de suponer que mientras hayan mas daños el delito y las probables sanciones serán mayores. Diera la impresión que hay una desconexión o quizá priorización de otras cosas.
Finalmente, esa es la reflexión: si acompañamos mas a nuestros adolescentes en sus crisis, a pesar que a veces sean casi insoportables. Si les mostramos que los queremos y los querremos siempre y por lo tanto estaremos comprometidos con su felicidad. Si intentamos ser siempre íntegros/as, hasta en los casos que nos someten a pruebas muy difíciles, es probable que podamos prevenir hechos tan dramáticos, que aunque no lo creamos, con diferentes niveles de intensidad están teniendo un mayor número del que sospechamos.