Nosotros

El Buen Trato en la Escuela

na propuesta de Construcción de la Subjetividad e Intersubjetividad.

Hace unas semanas se realizó el IX  Congreso del Centro de Psicoterapia Psiconalítica de Lima; “Subjetividad e Intersubjetividad”. Valioso espacio para reflexionar acerca de los procesos de construcción de la subjetividad humana – y en particular para una institución como Cedapp-, respecto a la estructuración del mundo interno de los niños y niñas en riesgo, con los que a diario trabajamos.

El diccionario de Real Academia de la Lengua Española plantea dos definiciones de “subjetivo”: (del lat. Subiectivus) (1) adj. perteneciente o relativo al sujeto, considerado en oposición al mundo externo, (2) relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al objeto en sí mismo.

La dimensión de lo subjetivo e intersubjetivo es inherente y central- o al menos debería serlo- en la psicología, el psicoanálisis, y en la prevención en Salud Mental. En estos campos, se observa un creciente interés por comprender lo que “amenaza la salud”, y genera sufrimiento, y que proviene no solo de enfermedades del cuerpo o de situaciones externas adversas; de la manera como las personas representamos y otorgamos significados (subjetivos) a la realidad, a los acontecimientos personales, al propio cuerpo, a las interacciones sociales, a la propia imagen de nosotros mismos, y a los vínculos con otros seres humanos.

“Pensar al sujeto en relación con los otros, implica asumir que es un centro de organización, de recreación de todo aquello que recibe. Los determinantes iniciales quedan relegados a la condición de punto de partida. La transubjetividad inicial ha dado pie a la constitución del sujeto y a partir de entonces habrá intersubjetividad. El psiquismo es un sistema abierto autoorganizador en permanente intercambio con lo exterior.  Un sistema alejado del equilibrio en el que ciertos acontecimientos, encuentros, vínculos, duelos producen alteraciones estructurales. Se ubica entre “el cristal y el humo” en tanto tiene una organización determinada, pero puede modificarse y adquirir nuevas propiedades. El cristal es el modelo de redundancia y el humo es la metáfora de la imprevisibilidad.” (Luis Horstein, 2001. Ponencia del Congreso)

En esta línea, en cedapp nos venimos preguntando y cuestionando en relación a una problemática aguda y con “raíces profundas”, como es el maltrato infantil y los procesos de construcción de la subjetividad e intersubjetividad (quizás cabría decir “en la” intersubjetividad) que lo acompañan.

¿Cómo impacta el maltrato infantil –sobre todo el que se da de manera sistemática y severa- en dichos procesos de construcción del mundo interno?

¿Cómo y desde dónde “miran” los niños y niñas maltratados el maltrato –Barudi diría “la cosificación”- de que son objeto?. Curiosamente la “cosificación” es lo opuesto a lo que podríamos llamar “subjetivización”- o construcción de la subjetividad…

Pero también: ¿Cómo “miran” los adultos maltratadores – es decir que significados o representaciones – le otorgan a sus actos de maltrato? (inevitablemente asociamos con el libro de Alice Miller “Por tu propio bien”; en el cual menciona que un gran número de maltratadores sustentan sus actos de maltrato infantil en la creencia –erronea- de que lo hacen por el bien de los niños y niñas), Así mismo: ¿Cómo “miramos” los diversos miembros de la sociedad dicho fenómeno y problemática?

Todas ellas son preguntas que necesariamente tenemos que  hacernos, si queremos trabajar con los niños y niñas en riesgo en nuestro país.

En el mismo Congreso, Ada Rosmaryn citando a André Green, señalaba que se había producido un cambio en las “estadísticas” de los motivos de consulta de los pacientes que llegaban a la clínica:

“El drama actual, dice Green, no es el de Edipo sino el de Hamlet. Las consultas, hoy, en su mayoría, provienen de sujetos en los que los sentimientos de identidad y existencia han sido desmantelados o no construidos.  Sus vínculos varían entre la acuciante necesidad del otro y el desprecio, la vergüenza, la ira o el alejamiento. La capacidad para reflexionar está perturbada; lo impensable salta al acting o a las expresiones en el cuerpo; el placer en los logros de todo tipo, empobrecido o nulo. Los investimientos narcisistas lesionados los llevarán a tener que realizar permanentes hazañas que demuestren lo opuesto: una autovaloración que resulta siempre imposible. La hiperactividad ansiosa muestra el temor por la pasividad vivida como muerte.

Rosmaryn añadía que dichas patologias tendrían que ver sobre todo con las profundas transformaciones del ejercicio de las funciones parentales, así como con las precarias condiciones sociales en que vivimos.

Curiosamente, la evidencia clínica de adultos que cuando fueron niños o niñas sufrieron situaciones de maltrato severo, coinciden con varias de las características clínicas y sociales que señalaba Rosmaryn en su ponencia. Con lo cual se podría conjeturar que existen importantes relaciones entre la problemática del maltrato infantil, déficits en la construcción de la subjetividad, y la clínica psicoterapéutica actual.

En cedapp estamos convencidos de la necesidad de la prevención y atención del Maltrato Infantil. Constituye nuestra tarea el hacer esfuerzos consistentes para romper con el “círculo transgeneracional –infinito- de la violencia” con los niños y niñas con los que trabajamos, y que en el futuro serán padres de otros niños y niñas. Nuestra propuesta se funda en el desarrollo de capacidades y recursos psicológicos de los niños y niñas –sobre todo- a través de la vivencia de relaciones empáticas y cariñosas; que favorezcan procesos de construcción de su identidad.

Luis Horstein formuló una idea –al parecer, extrema- referida a las situaciones vinculares patológicas, que bien cabrían para el caso de los niños y niñas maltratadas:

“Así como las sombras de los objetos caen sobre el yo, las sombras de los vínculos del pasado caen sobre los vínculos actuales.  Si predomina la pulsión de muerte lo actual será solo sombras, sin vida propia.”

En ese marco, bien cabría contraponer la noción de “madre suficientemente buena” de Winnicott, el vínculo que repara, la empatía y el afecto que  sostienen, la “otredad” que facilita la construcción de la subjetividad; en resumen lo que denominamos “el Buen Trato”.

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