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En el Día Internacional de la Juventud Juventud…. ¿divino tesoro?

En esta oportunidad, nos detendremos a pensar acerca de algunos aspectos relacionados a la juventud. Cabe resaltar que si bien hay distintas definiciones de juventud, este término incluye a la adolescencia media y tardía y a las personas adultas jóvenes. [1]

¿Podríamos considerar que nuestra juventud fue -o es- un tesoro?, o más aún, ¿podríamos decir que la juventud en nuestro país es un tesoro?…si la respuesta es afirmativa, nos encontramos entonces frente a un gran reto: encontrarlo.

En efecto, por tesoro entendemos uno o varios objetos de gran valor que se encuentran ocultos y de cuyo dueño no se tiene conocimiento. [2]

Probablemente al referirnos a la juventud, lo primero en lo que pensamos es en lo potencialmente valiosa que puede ser esta etapa de la vida. Sobre todo si consideramos que el objetivo principal es la consolidación de la identidad. No obstante, ello implica un enfrentamiento con el mundo adulto y también un desprendimiento del mundo infantil –un proceso característico de la adolescencia-. Por ende, se trata de una etapa también de desequilibrios e inestabilidades, confusiones y sentimientos intensos que poco a poco irán equilibrándose.

Al respecto, cabría resaltar también lo señalado por Aberastury (1971) [3], según quien las y los jóvenes presentan “una especial vulnerabilidad para asimilar los impactos proyectivos de padres, hermanos, amigos y de toda la sociedad” lo cual es posible presenciar en nuestra sociedad al proyectar sus fallas a los llamados “desmanes de la juventud”. Siendo éste una suerte de mecanismo esquizoide [4] mediante el cual la sociedad deposita todo lo malo en este grupo.

En función a ello, Aberastury intenta explicar la severidad y violencia con que a veces se pretende reprimir a las y los jóvenes. Basta con recordar la represión ante la protesta juvenil y el reclamo por la paz en 1968 en Francia. Basta con recordar la represión ante las protestas de las y los universitarios peruanos también por esa misma época. Sin ir muy lejos, basta con recordar la represión a la protesta de las y los jóvenes en el año 2000 en nuestro país ante los sucesos de corrupción del régimen anterior; recordar el clamor de las masas de jóvenes al gritar “Somos estudiantes, no somos terroristas” ante la golpiza recibida al intentar ingresar de manera pacífica para hacerse escuchar en la plaza de armas de su ciudad. Basta con escuchar a muchas y muchos jóvenes narrar su sentimiento de incomprensión en casa, en las universidades, en los colegios y en su sociedad.

Cabría citar nuevamente a Aberastury (1971) para quien este tipo de represión “sólo engendra un distanciamiento mayor y una agravación de los conflictos, con el desarrollo de la personalidad y de grupos sociales más y más anormales, que en última instancia implican una autodestrucción suicida de la sociedad.” Y, en efecto, las protestas juveniles no sólo se manifiestan de manera pacífica, también se hacen sentir en los grupos de pandillas, en las barras de los estadios, en los grupos subversivos, en un pleito con los padres o incluso en los casos de parricidio.

La juventud es una etapa de revisión crítica de la propia historia, de los valores, de la autoridad y de la sociedad en sí. Se trata de voces valiosísimas difíciles de escuchar, sobre todo pues intentan proponer cambios a la luz de sus ideales y sus propios cambios.

Si bien se trata muchas veces de ideales inalcanzables, utópicos y algunos posiblemente errados, tal vez lo más importante -aquello que al parecer aún no hemos logrado comprender- es que esas voces necesitan sobre todo, ser escuchadas y lo más preocupante es que en muchos casos en nuestro país esas voces necesitan primero ser reactivadas. En especial si nos referimos a una juventud popular carente de espacios de socialización, carente de un tiempo de exploración, forzada muchas veces a insertarse en el mundo adulto sin siquiera haber terminado de procesar el duelo que implica el dejar de ser un niño o niña.

Así también, se habla actualmente de una denominada “generación X ” –Ahora incluso “Generación Y”- una generación de jóvenes apática y que adquiere un escaso protagonismo. Nos preguntamos constantemente “¿Qué ocurre con esta juventud?” y tal vez sería importante empezar a cuestionarnos ¿Qué ocurre con nuestra sociedad?; preguntarnos si no se trata más bien de una “Sociedad X”, con muchas dificultades para comprender y escuchar y en la cual la juventud ha ido perdiendo cada día la fuerza y los deseos de manifestarse ante la desesperanza de no ser escuchados. Desesperanza tal vez heredada de los intentos frustrados de generaciones anteriores.

Consideramos que la juventud es en efecto una etapa muy valiosa en el desarrollo del ser humano y de las sociedades, no obstante una ola de desesperanza invade a muchos de los y las jóvenes en nuestro país. Cabría preguntarnos entonces, si como sociedad hemos logrado esconder tan bien este tesoro que ahora no sabemos donde buscarlo y empezamos a pensar que se trata de otra leyenda de tesoros escondidos inexistentes.

Conscientes de esta problemática,  de las necesidades de muchas y muchos jóvenes en nuestro país y sobre todo de los recursos y el potencial de esta población para nuestra sociedad, es que las propuestas de nuestra institución se orientan a brindar espacios de socialización, de encuentro entre jóvenes y de canalización de sus intereses por participar, lo que aún se mantiene vigente en nuestra juventud, pero que lamentablemente no cuenta con suficientes espacios para expresarse; para aprovecharse. Asimismo, orientamos nuestra intervención a favorecer un contexto social que permita el desarrollo adecuado de los niños, niñas y adolescentes y el crecimiento de nuestro país.

En esta oportunidad queremos enviar a todas y todos los jóvenes un afectuoso saludo por el día internacional de la juventud con la promesa de ir encontrando –o reencontrando- juntos y juntas este tesoro.

    Marcela Guerrero

Asistente del proyecto “Jóvenes líderes, creadores de esperanza”

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