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Frente al inicio de una nueva etapa: la necesidad de acompañar y sostener


“Las personas mayores me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Así fue como, a la edad de seis años, abandoné una magnífica carrera de pintor

«El Principito», Antoine de Saint-Exupéry

Estamos iniciando el mes de marzo y junto a ello finalizan las vacaciones para los niños, niñas y adolescentes que empiezan nuevamente el colegio. Empezar el año escolar puede significar para muchos y muchas el reencontrarse con un espacio que les ha  brindado la posibilidad de descubrir, de aprender, de jugar con sus amigos y amigas, de cumplir con tareas y responsabilidades, de vincularse con sus maestros y maestras, etc. De este modo, de reencontrarse con un espacio que poco a poco se ha ido convirtiendo en un espacio familiar.

Sin embargo, para muchos niños y niñas –aquellos entre los 5 y 6 años que ingresan al colegio por primera vez- el iniciar el año escolar significa encontrarse con una nueva etapa de sus vidas, una nueva experiencia que muchas veces se ve cargada de diversas fantasías, miedos, expectativas, ilusiones, tanto de ellos y ellas como también de sus padres y madres. Sobre este inicio en particular quisiéramos centrar nuestra atención en las presentes reflexiones, pues si bien estamos seguras que cada nuevo año escolar conlleva un significado muy especial en la vivencia de cada niño, niña o adolescente de cualquier edad, queremos en esta oportunidad, poner el énfasis en aquellos primeros años donde se le abre a los niños y niñas por primera vez este espacio educativo, el cual deberá significar un espacio privilegiado de encuentros con un otro, de juego, de estimulación constante para el aprendizaje, de descubrimiento y creatividad.

Todas estas fantasías, miedos, expectativas, ilusiones, etc., mencionadas anteriormente, forman parte de un importante proceso de crecimiento a través del cual se da para los niños y niñas una de las separaciones más significativas con sus madres, padres y con el entorno del hogar. Es por ello que resulta fundamental que este espacio se convierta en un espacio protegido y acompañado, donde se facilite la consolidación de la confianza y seguridad necesarias para que esta nueva etapa no signifique una ruptura con el entorno inmediato de niños y niñas sino todo lo contrario, que signifique una continuidad en la representación que tienen de sus figuras de cuidado, amor y protección, y por lo tanto, que facilite el despliegue de sus potencialidades y habilidades.

En este sentido, queremos resaltar la función que cumplen las y los docentes, en la medida que su presencia resulta clave en este proceso. Así, debemos tener muy en claro que el tiempo que le dediquen a cada niño, niña, padre y madre es fundamental. Tiempo que les permita separarse gradualmente para que este ingreso no sea vivido con brusquedad ni como una ruptura que impida procesar y simbolizar. Pero por sobre todo, será importante reconocer las particularidades que ofrece cada vínculo, pues cada niño y niña representa una historia familiar y personal particular. 

Y si bien no todas las modalidades educativas de cada centro escolar permiten o facilitan a las y los docentes dar el tiempo necesario a cada niño o niña en su proceso de inserción y adaptación, debemos tener en claro que, a pesar de encontrarnos en tiempos de cada vez mayor exigencia para cumplir metas educativas y por ende, de adelantar procesos de aprendizaje, las prioridades deben estar en cumplir los tiempos necesarios para la construcción de vínculos de confianza, seguridad y creatividad, y que sólo así se obtendrá el potencial para un aprendizaje diverso y consolidado.

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